Nombre: Amanda Thompson, a 3.050 km de casa.
País de residencia: Estados Unidos.
País de origen: El Salvador.

“Yo siempre me he considerado una mujer emprendedora, mi trabajo durante muchos años fue la venta de ropa y artículos personales y desde un principio me tocó viajar, primero a algunos países de Centroamérica y luego a Estados Unidos. Ahí pasaba algunos meses trabajando para comprar mercadería y después pasaba otra temporada en El Salvador hasta que nuevamente tenía que abastecer el negocio.

Este constante ir y venir de un país a otro era difícil, principalmente porque requería estar lejos de mis hijos durante meses, y en aquellos años la comunicación no era tan sencilla como ahora, las llamadas telefónicas eran caras y el acceso a un celular no cualquiera lo tenía. En ocasiones no sabía de mi familia durante varios días y trataba de darme fuerzas pensando que lo hacía por ellos. - Para que no les falte nada – me decía a mí misma.”

Fue durante esos viajes que Amanda conoció a quien ahora es su Esposo. “Las cosas pasaron como suelen pasar en la pareja, nos conocimos a través de amigos en común, salimos un par de veces, decidimos formalizar nuestra relación y luego de algunos meses decidimos casarnos. No fue una decisión fácil, pensaba en mis hijos y en como tomarían la noticia y, sobre todo en el tiempo que tendríamos que estar separados”, dice Amanda.

Con el tiempo Amanda obtuvo la residencia estadounidense y por una mala asesoría migratoria únicamente pidió a los dos hijos que aún no cumplían los 18 años, dejando fuera a su hija mayor. “Esa fue una de las situaciones más dolorosas, yo sabía que aquí habría mejores oportunidades para mis hijos, pero la persona que me asesoró me dio mal la información y deje fuera del proceso de petición a mi hija mayor que recién cumplía los 18 años. Por un lado, estaba feliz de saber que tendría a mis pequeños conmigo, pero me angustiaba saber que mi primera hija se quedaba prácticamente sola”.

Hasta la fecha Amanda aún espera que el proceso de petición de su hija mayor se resuelva, pero las tecnologías de la comunicación han mejorado considerablemente y en la actualidad ella considera que está más cerca de su hija y su nieto. “Confío en que pronto estaremos juntas, ella, su pareja y mi nieto. Al menos ahora, cuando la extraño sé que puedo hacer una video llamada y saber, prácticamente al instante, como va todo por allá.”

“Vine a este país a trabajar, no esperaba rehacer mi vida en él. Ahora no imagino mi vida fuera de aquí. Por eso digo que a veces la vida se encarga de poner todas las piezas juntas, yo me anime a darle forma a las cosas. Siempre hay problemas, pero lo importante es creer y luchar para que todo salga de la mejor manera. El día que mi hija y mi nieto estén aquí, mi rompecabezas estará completo”, finaliza Amanda.

SDG 8 - TRABAJO DECENTE Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES