Nombre: Nicole, a 8.904 km de casa.
Ocupación: Ingeniera civil.
País de residencia: Países Bajos, Holanda.
País de origen: Honduras.

Estoy a punto de cumplir 14 años fuera de San Pedro Sula, mi ciudad. La mayoría de todo este tiempo he vivido en Madrid, España, pero desde hace nueve meses resido en Rotterdam, Holanda.

Cuando terminé mis estudios universitarios estuve trabajando en Honduras durante dos años. Pero yo quería más: quería sacar una maestría, quería ver mundo y estar en un ambiente internacional. Empecé a averiguar las opciones de solicitar una beca porque tenía muy buenas calificaciones. Lo intenté en Chile, Costa Rica, Estados Unidos, Argentina y por último en España, no siendo esta una de mis prioridades en ese momento. Finalmente me aceptaron en un centro muy bueno de Madrid. Me ayudaron con todos los trámites y me concedieron una parte del costo de la maestría que duraría un año.

Durante mi estancia en España mis papás me ayudaban económicamente. Al terminar el curso me ofrecieron la posibilidad de hacer prácticas en una empresa. Pensé que me vendría bien la experiencia profesional, pues me interesaba conocer un poco más el mercado laboral español y además ganaría algo de dinero para irme de viaje después por la Unión Europea.

Mi integración en Madrid fue muy fácil, yo tenía muchas ganas de aprender y siempre fui muy flexible. Sin embargo, durante mucho tiempo me enfrenté a caras de sorpresa cuando decía mi profesión: ingeniera civil. A la gente le chocaba que una mujer se dedicara a algo así, y a mí me parecía muy paradójico que esto les sorprendiera en España cuando en Honduras hay tantas mujeres que estudian ingeniería.

Cuando estaba finalizando el periodo de prácticas mis jefes me dijeron: “tú de aquí no te vas”. Me ofrecieron un contrato permanente, me ayudaron con todos los trámites migratorios y me dieron una sola noche de plazo para decidir si quedarme o regresar a Honduras. Me gustaba mi trabajo, me llevaba bien con mis compañeras y compañeros, tenía buenas amistades. En definitiva, me gustaba la vida en Madrid, así que me dije: “¿Por qué no? Uno o dos años más en Madrid…”. Que de repente se convirtieron en 13. 

Y después de todo ese tiempo pensé cómo quería que fuera mi vida dentro de una década. Me di cuenta de que si quería formar una familia tendría que cambiar de contexto. Por eso le pedí a mi actual jefe la posibilidad de trasladarme a Rotterdam. Era un desafío profesional y personal. Volver a empezar de nuevo. Pero estoy feliz, mi idea es quedarme aquí y echar raíces.

Y sí, mi plan ideal sería regresar a España cuando sea viejita y comprarme una casa cerca de la playa. ¿Y Honduras? Vuelvo a cada año a ver a mi familia, pero después de tanto tiempo fuera, no sé si podría acostumbrarme a vivir en un entorno de inseguridad como el que se sufre allá.

De una manera u otra, me gustaría mandarle un mensaje a todas las personas migrantes: que siempre se esfuercen por lograr sus metas, que piensen que quieren lograr en la vida y trabajen por ello. Que no esperen que las cosas les caigan del cielo porque hay que esforzarse y trabajar mucho. Incluso a veces toca aguantar situaciones complicadas para lograr lo que uno quiere, eso significa superarse.

SDG 8 - TRABAJO DECENTE Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
SDG 5 - IGUALDAD DE GÉNERO