Nombre: Jenny A., a 9.560 km de casa.
Ocupación: Ingeniero Industrial.
País de residencia: Finlandia.
País de origen: Honduras.

Hace 26 años llegué a Helsinki gracias a un programa de intercambio cultural. Esa no fue la primera vez que me mudé de ciudad, pero sí de país. El choque cultural que experimenté fue muy fuerte, pero gradualmente me fui adaptando. 

Cuando vine a Finlandia comencé a trabajar en un campamento para niños. Allí conocí a personas de diferentes nacionalidades, tanto de Europa como de Latinoamérica. Fue más fácil congeniar con la comunidad latina, pues a diferencia de los europeos somos más joviales.

Al buscar empleo en el rubro de la ingeniería encontré algunas dificultades, principalmente porque no dominaba el idioma. Pese a todo seguí mi impulso por ser productiva y, como sabía hablar inglés, me dedique a realizar prácticas para diversas oficinas.  

En 1990 me mudé a Kokkola, una ciudad al oeste del país. Constantemente recibía cumplidos sobre mi cabellera negra y ojos oscuros. Rápidamente noté que la gente de aquí tiene pelo rubio y ojos claros. Así que, de cierta manera, ¡yo me destacaba donde quiera que iba!

La diversidad cultural en Finlandia ha crecido mucho en los últimos años; ahora tengo más amistades con quien hablar en español. Al mismo tiempo, mis hijos conocen más sobre sus raíces latinas.

Las costumbres hondureñas contrastan mucho con las de Finlandia. Al criar a mis tres hijos me enfoqué mucho en inculcarles la perspectiva “latina” sobre la unión familiar. De donde provengo, las personas suelen ser muy apegadas a su familia y los padres tienen un rol predominante sobre la vida de sus hijos. En Finlandia, por otro lado,  no lo ven desde la misma manera.

Sin importar las diferencias, junto a mi esposo coincidimos en que criar a nuestros hijos entre dos culturas diferentes les ayudaría a desarrollar sus habilidades.

SDG 8 - TRABAJO DECENTE Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES