Historia
By:
  • Erick Escoto López

“Nos encantaría contar con un local más grande que nos permita atender a más personas”.

El reloj marca las 7:00 a.m. en el municipio de Guaimaca y en la calle principal del Barrio El Ocote se comienza a sentir el agradable aroma a caldo de sopa proveniente del negocio de Viviana y Andrea.

Ellas, además de emprender juntas, también comparten una relación muy cercana que han logrado construir luego de que el hermano de Viviana se casara con Andrea hace cinco años. Aunque hoy el emprendimiento de ambas recibe y atiende a una gran cantidad de clientela que se va completamente satisfecha, no solamente por el suculento sabor de los platillos que preparan, sino también por la cálida atención que reciben, lo cierto es que esto no siempre fue así.

La esperanza de poder generar mayores ingresos para su familia, en especial para la abuela de Viviana de quien han heredado sus habilidades gastronómicas, las motivó a dejar juntas la comunidad de Guaimaca y comenzar su camino hacia América del Norte.

Pese al gran esfuerzo emocional, físico y económico, Viviana y Andrea retornaron poco después a Honduras con la impotencia de no haber logrado su propósito, pero con la determinación de que, sin importar en qué lugar fuese, ellas pondrían todo su empeño para cumplir su sueño de tener una mejor calidad de vida.

De esta forma, ambas se inscribieron a una iniciativa local que USAID y la OIM han desarrollado para que personas que han retornado al país puedan establecer su propio emprendimiento y con ello aportar al desarrollo sostenible del municipio de Guaimaca.

“Siempre me gusta aprender cosas nuevas y en este caso, además de brindarnos capital semilla, también nos enseñaron sobre la importancia de prepararse en muchos temas que son necesarios para administrar correctamente un negocio”, expresó Viviana mientras terminaba de colocar algunas tortillas de maíz en un plato de desayuno.

 

“Cuando iniciamos ese proceso, nuestra visión era tener un taller de insumos de electricidad, aunque investigamos mucho antes de establecerlo, no funcionó como esperábamos”, afirmó con pesar Viviana, quien comenta que ese fue el segundo momento más difícil en su proceso de reintegración, “sin embargo, generó lo suficiente para reinvertirlo en este emprendimiento de preparación de alimentos”, añadió.

Por su lado, Andrea con un brillo especial en sus ojos como señal de esperanza comenta: “Ambas deseamos que nuestro emprendimiento continúe su crecimiento en los próximos años, nos encantaría contar con un local más grande que nos permita atender a más personas y también poder incrementar nuestras ventas al ofrecer servicio a domicilio, esto nos permitirá generar fuentes de empleo que son tan necesarias en el municipio”.

La relación entre ambas comenzó con el vínculo familiar que comparten, pero que con los momentos felices y tristes se ha ido fortaleciendo hasta convertirse en un fuerte lazo donde cada una pone a disposición sus destrezas a beneficio de las dos; Viviana con una facilidad increíble para promocionar su negocio y Andrea con una visión muy calculada y definida de hacia dónde quieren llegar.

Esta historia es un claro ejemplo de los múltiples momentos de resiliencia que requiere el proceso de volver a integrarse a sus comunidades de origen. No existe una receta que funcione a todas las personas y en todos los lugares, sin embargo, todos los casos exitosos de reintegración sostenible tienen una pizca de un ingrediente especial: la perseverancia.

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En el marco del Día Internacional de las Mujeres destacamos el liderazgo, innovación y resiliencia inquebrantable de todas las mujeres y niñas hondureñas que han retornado a sus hogares luego de la ruta migratoria. Desde la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), hacemos un llamado para financiar los derechos de las mujeres para acelerar la igualdad. De esta manera, lograremos su inclusión financiera y aprovecharemos sus contribuciones para la reducción de la pobreza y el desarrollo sostenible.