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Quiénes Somos
Quiénes somosLa Organización Internacional para las Migraciones (OIM) forma parte del Sistema de las Naciones Unidas y es la organización intergubernamental líder que promueve desde 1951 una migración humana y ordenada para beneficio de todos, con 175 Estados Miembros y presencia en más de 100 países. La OIM tiene presencia en el Triángulo Norte de Centroamérica desde 2014.
Sobre nosotros
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OIM Global
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Nuestro Trabajo
Nuestro TrabajoComo organización intergubernamental líder que desde 1951 promueve la migración humana y ordenada, la OIM juega un rol clave en cuanto a apoyar el logro de la Agenda 2030 por medio de diferentes áreas de intervención que conectan a la asistencia humanitaria con el desarrollo sostenible. En el Triángulo Norte de Centroamérica, la OIM ofrece una respuesta integral a las necesidades humanitarias de los migrantes, los desplazados internos, los repatriados y las comunidades de acogida.
Prioridades transversales
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Declaración del Director General con motivo del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria
En el mundo, actualmente hay 65 millones de desplazados. Es decir, cantidades sin precedentes de personas que se ven obligadas a migrar para escapar de la guerra, la pobreza, las repercusiones del cambio climático y la persecución. El sistema humanitario está abrumado por el número y la magnitud de las situaciones de emergencia humanitaria y los conflictos. En efecto, un mundo con millones de desarraigados no puede más que estar en crisis.
En este día en que se conmemora la asistencia humanitaria, la labor conjunta de los interlocutores humanitarios y ciudadanos del mundo es primordial para prestar una asistencia que salve vidas en contextos consecutivos a crisis, ponga fin al desplazamiento y aporte soluciones duraderas.
De la cifra total de desplazados en el mundo, unos 40 millones lo están dentro de las fronteras de sus países y otros 21 millones han pasado a ser refugiados. Tras su desplazamiento, siguen padeciendo graves carencias y son objeto de discriminación. Ahora bien, se observa que el desplazamiento se prolonga cada vez más y dura un promedio de 17 años, alcanzado los 23 años en contextos de conflicto.
El desplazamiento hace que generaciones de niños crezcan sin saber lo que es la vida en un entorno estable. Los desplazados internos son especialmente vulnerables puesto que, al igual que los refugiados, se ven forzados a abandonar sus hogares a raíz de conflictos armados, de graves violaciones de los derechos humanos y otros acontecimientos traumáticos. A pesar de que se ha establecido un sistema de asistencia y protección internacional para los movimientos transfronterizos, las personas que permanecen dentro de los confines del país siguen bajo la responsabilidad de un Estado que, a menudo, no está en condiciones, o no desea, ofrecerles la protección y la asistencia requeridas.
Es más, los países con la menor capacidad y con los patrones de desarrollo más dispares albergan a la gran mayoría de los desplazados por conflictos. Más allá de la cuestión humanitaria, la imposibilidad de satisfacer las necesidades de las poblaciones desplazadas y de las comunidades afectadas tiene enormes repercusiones.
Por ello, en lugar de respuestas parciales que se centran en los riesgos y en la carga que representan los desplazamientos forzados, es preciso aportar enfoques amplios, exhaustivos e innovadores. De ahí que la inversión, el apoyo y la asistencia deberían servir para fomentar la autosuficiencia de las poblaciones desplazadas y obrar con miras a encontrar, a la larga, soluciones al desplazamiento.
Encarar y resolver el desplazamiento mediante soluciones innovadoras e inversiones puede ser beneficioso para las poblaciones, las comunidades y las economías. Gracias a una perspectiva de “creación de valor compartido”, se puede conseguir la participación del sector privado a efectos de promover y restaurar vías para el desarrollo sostenible. No basta con satisfacer las necesidades de los desplazados y encontrar soluciones a sus problemas, lo primordial –a saber, la alternativa más viable y la necesidad más apremiante– es atacar las causas del desplazamiento para impedir que se den condiciones que obliguen a las familias a abandonar sus hogares y medios de sustento.
Indudablemente, se trata de una tarea colosal –que ningún organismo humanitario por sí mismo ni todos los interlocutores humanitarios en su conjunto pueden resolver por sí solos. Por lo tanto, es esencial aprovechar el poder colectivo de las personas y de la ciudadanía mundial.
Sabemos que la humanidad puede aunar esfuerzos. Durante la Primera Cumbre Humanitaria Mundial, celebrada en mayo último, fuimos testigos de cómo la comunidad internacional se congregó para contraer compromisos y convertir las promesas en acciones, medios y recursos para apoyar a las personas afectadas por situaciones de crisis y cerciorarse de que los trabajadores humanitarios puedan prestar asistencia a quienes la requieran, en condiciones seguras y eficaces.
El tema del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria de este año es “Una Humanidad” y pone de relieve la importancia de nuestra humanidad compartida –que establece vínculos por encima de las divisiones y da lugar a un sentimiento de responsabilidad común para resolver la problemática del desplazamiento. El tema “Una Humanidad” debería inspirarnos para movilizar aún más los recursos conjuntos a efectos de asegurarnos de que las poblaciones afectadas por las crisis tengan una segunda oportunidad.